viernes, 12 de septiembre de 2014

Capítulo 6.

La sorna en sus palabras había causado la confusión en su cazador. Era consciente de quién se trataba. Actuaba solo, un alma libre que disponía de unos pocos camaradas que allí permanecían presentes, pero no estaba aliado con el Emperador de aquella capital, que por supuesto, también lo quería muerto y bajo tierra. El enemigo despertó de su estupefacción, parpadeando y soltando una carcajada mientras apuntaba su cuello con una lanza cuyas chispas podrían detener los latidos de su corazón. Alto voltaje.

Las palabras se las lleva el viento, asquerosa criatura, fardar cuesta muy caro hoy en día. Mueres por la boca. Además, jamás debiste haber existido, en primer lugar. Ten suerte que tu tortura será rápida e inmediata, seré clemente.

¿Debería sentirme agradecido? – el sarcasmo fue evidente en su voz.

¡Oye Keith, termina con esto de una vez! – las quejas del resto de sus compinches molestaban a Eivor.

¡Fríelo y de paso nos haremos unos abrigos con sus escamas! – añadía otro, seguido de risas, sonoras y horrendas.

¿Los escuchas, Eivor? – Keith se relamió los labios, mostrando una sonrisa cínica, aunque más bien rozaba lo psicótico. –No voy a hacerles esperar más.

Sin embargo, antes de que pudiese clavar su lanza sobre el muchacho, una sombra se interpuso entre ellos. El resto de sus hombres reprimieron una exclamación de sorpresa, mientras que el joven dragón mantuvo sus ojos atentos, los cuales pese a poseer un color humano, su pupila era apenas una rendija. Aquella silueta oscura se desenvolvía con extrema agilidad, distrayendo a sus contrincantes quienes, pese a estar armados, no conseguían mantenerla quieta. Al cabo de unos segundos, la red que impedía su transformación, estaba hecha añicos.

Volvía a ser libre. Enseguida su cuerpo se levantó por sí solo, y reuniendo todo el aire que recogió sus pulmones, se impulsó hacia delante y a través de su garganta pudo sentir cómo el  calor del fuego bullía desde lo más profundo de su ser, lo que más le caracterizaba como así le dictaba su naturaleza. Keith y su séquito esquivaron el ataque, pero ello les obligó a mantener distancias alejadas y que las personas alrededor huyeran y armaran un escándalo, gritando. Esta vez, no se convirtió con el 100% de sus capacidad, sino que sólo dejó que sus alas nacieran de su espalda, alzando el vuelo, como había hecho momentos anteriores. Mientras abandonaba el suelo, planeaba por los tejados de la ciudad. No le extrañó que, la silueta que había distraído a sus enemigos, apareciera a su lado, saltando los tejados sin ningún tipo de dificultad.

Una mirada dorada conectó con la suya, una que también conocía, al igual que Keith. La única diferencia, residía en que esta, era completamente diferente. No era enemiga. Era aliada, siempre lo había sido, aunque su destino fuese huir en soledad, ella aparecía en esas situaciones de peligro. Su cabellera roja parecía una llama incandescente, moviéndose constantemente, puesto que sus mechones estaban sueltos. En su rostro llevaba unas pinturas del mismo color, justo por debajo de sus ojos, sobre la piel pálida. Su apariencia en sí, era extravagante. Portaba un arco tras su espalda.

¿Justo a tiempo, eh? – su voz cantarina era mejor que las carcajadas de los amigos de Keith.

¿Qué haces lejos del bosque, Lyria? – suspiró, odiaba que tomase decisiones por su cuenta, y más aún si no había pedido su ayuda. – Si la Guardia del Emperador te encuentra, te acusarán de traidora a tu raza.

Vaya, mira cómo tiemblo…– fingió cómo sus manos colapsaban en nerviosismo, para después sonreír ampliamente, creándosele unos hoyuelos en el rostro. – Son ellos los equivocados, Eivor. La tozudez humana no es algo de lo que quiera formar parte. Me siento orgullosa de haberlos abandonado desde que me di cuenta de lo que sucedía.

Aún me sorprende que seas humana, porque actúas más acorde a un feroz animal.

¿Viste cómo abrieron la boca como idiotas?

Sin embargo, no podían seguir la conversación. Una lluvia de flechas se cernían sobre ellos, además de desconocidos artefactos que expulsaban diferentes ataques que los hacían vulnerables, como rayos u otro tipo de armas cuyo filo era muy peligroso si lograba alcanzarte a larga distancia. Por suerte, Lyria poseía habilidades y conocimientos suficientes, así como reaccionar a cualquier ataque gracias a sus reflejos e instintos. Pero, cuando los tejados terminaron, la joven tuvo que caer al suelo. Eivor se fijó que habían llegado a la plaza, que precisamente no estaba abandonada.

Entonces, la vio. Una joven que esperaba, paciente. Pero ante tal caos que acababa de formarse, echó un vistazo hacia el cielo, encontrándose con la mirada de Eivor. Ahí, lo supo sin necesidad de preguntarse quién era esa chica. Desconocía su nombre, era la primera vez que la veía. Era su aura. El aura que no poseía un ser humano común. Eivor no negó que aquello era inesperado.

Por otra parte, Lyria se concentraba en correr. No podía ponerse perezosa en una situación tan crucial, porque de ser así, los cazadores le darían alcance. Un choque fortuito provocó que se desorientase por un segundo. Emitió un quejido, lanzando una maldición mientras se sobaba la zona de la frente, cerrando uno de sus ojos.

¡Maldita sea! ¿Quién…?

¡A-alto ahí!

Pero al estabilizarse, descubrió que frente a ella, sólo estaba un simple soldado. Este daba una apariencia de inseguridad, pero ya estaba echando mano de su arma.

¡Soldado, reaccione! ¡Deténgala!

No le dio tiempo. Un gran cuerpo apareció bajo ella, elevándola por encima de la plaza y de los gritos del que creyó intuir nada más verle, un capitán. Sonriendo con cierto alivio, acarició las escamas negras que ascendían cada vez más.

Gracias Eivor.

Eres una chiquilla estúpida.


Lyria supo que era la conexión mental, debido a que Eivor le era imposible hablar en su forma original. Se limitó a guardar silencio, dejando que el viento acariciase su rostro.

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