jueves, 11 de septiembre de 2014

Capítulo 5.

Había comenzado una gran batalla entre gigantes y humanos. El grito del soldado que habían lanzado por los aires despertó al resto de criaturas, lo que hizo que se enfurecieran y comenzaran a atacar. En la cueva sólo podía oírse golpes de espadas, gritos y gruñidos de los gigantes. Usaban porras para golpear a los pequeños soldados, o incluso sus propias manos. Todo era caos. El capitán Aleksandr había quedado unos segundos observando lo que ocurría, pero fue el primero en reaccionar. Corrió hacia el centro de la sala, esquivando a los que se ponían por su camino, hasta llegar al líder de las criaturas

-¡Matad sólo a los necesarios! ¡Recordad que los necesitamos vivos!- Gritó a sus tropas. -¡Usad las redes y las cadenas!

En ese momento los soldados corrieron a obedecer las órdenes, mientras que el capitán luchaba contra el más grande. Detenía los golpes de éste con el escudo, a los que respondía con su espada. Sólo había una forma de acabar con aquel combate. Cuando el gigante golpeó una vez más, el capitán se agarró a su brazo y, al levantarlo la confusa criatura, Aleksandr cayó sobre los hombros de éste. Entonces vio su oportunidad. Levantó su enorme espada y le cortó la cabeza al gigante. El ruido que hizo al caer al suelo enmudeció a todos los combatientes mientras el capitán agarraba la cabeza por el pelo y la enseñaba a los demás. Los gigantes que quedaban vivos se arrodillaron instantáneamente, mientras los soldados se recuperaban de los golpes. No había habido ninguna baja, pero sí que había varios heridos. Había varios gigantes encadenados, pero la mayoría habían muerto en la batalla, así que comenzaron el viaje de vuelta a la capital humana.

A la mañana siguiente, los derrotados soldados entraron por las grandes puertas de la ciudad. Todo el mundo los miraba, pero ellos no se encontraban con fuerzas para fardar de su victoria.

-¡Sasha!- Se escuchó gritar a una mujer, que corría directa hacia el capitán Aleksandr. Tenía el pelo negro, largo y rizado. Por su constitución era delgada, pero su vientre estaba abultado debido al embarazo. La mujer de ojos marrones abrazó al capitán, que se mostró algo avergonzado y molesto por el ridículo que estaba pasando.

-Élaine, deberías quedarte en casa. Luego iré yo...- Comenzó a decir el capitán, pero la mujer lo interrumpió, entre las risillas de los soldados.

-¡Estás herido, cariño! Oh, Sasha... ¡Me dijiste que no era peligroso!- La mujer estaba histérica y no paraba de golpear la armadura del capitán.

-Élaine, luego hablamos, por favor. Tengo que ir ante el Emperador, no tengo tiempo ahora para ésto... Estoy bien, de verdad.- La mujer ya se había calmado, por lo que le dedicó una última mirada a su marido y se encaminó a su hogar.

Cuando llegaron al castillo del Emperador, el capitán entregó los gigantes otro capitán, Viscen, un viejo amigo suyo. Llevaba una armadura igual que Aleksandr, ya que era lo que identificaba a los de ese rango. Era más delgado y rubio, con los ojos azules. Tenía una barba y bigote que le tapaba media cara, junto a sus patillas.

-Bien, nos servirán como mano de obra.- Comentó al ver a los gigantes. -Y también para las batallas. Son tan tontos que no les importará luchar para nosotros, a pesar de que la guerra es contra los "fantásticos".- Esa última palabra la dijo con sarcasmo. -Esa maldita escoria... Oye, Sasha, el Emperador quiere verte.

El capitán Aleksandr rió con las palabras de su amigo Viscen. -Está bien, vigila a mis tropas mientras tanto. En especial a ese individuo.- Aleksandr señaló entonces al soldado esmirriado de antes. Cuando se hubo despedido de su compañero, fue ante el Emperador, que lo recibió con amabilidad.

-Oh, capitán Aleksandr, te estaba esperando...- Decía con calma mientras se acercaba al arrodillado capitán. -Supongo que habrás oído hablar de La Muerte... Muchas historias cuentan sobre ella. Muchas catástrofes han ocurrido por su culpa. Debido a ello, muchas personas llegan a pensar que ni siquiera es humana, que es una criatura del mismo Diablo... Sandeces, en mi opinión, pero sí que pienso que podría ser una de esas repugnantes criaturas fantásticas... Pienso encargarte una misión con ella, capitán, pero no te confíes...- El Emperador se aclaró la garganta antes de continuar. -No será tu aliada. Quiero que en el momento que veas oportuno, te hagas con ella. Pero la quiero viva...

El capitán quedó en silencio unos instantes, pensando en lo que le acababa de decir. Él no creía ninguna de las historias que contaban acerca de aquella chica. No le tenía ningún miedo y consideraba necio a todo el que pensara lo contrario que él, pero respetaba al Emperador. -A sus órdenes...- Dijo el capitán mientras hacía una reverencia. En ese mismo momento llegó la joven al lugar donde se encontraban ellos.

Durante la reunión, sus pensamientos acerca de aquella chica no habían cambiado. Se sintió humillado por ella y pensaba echarle el guante en cuanto tuviera oportunidad. Su falta de respeto le pareció increíble, pero intentó mostrarse amable y educado para no levantar sospechas, a pesar de que su comportamiento realmente le había irritado. Además, le parecía un fastidio tener que irse de misión con ella, teniendo en cuenta que no había tenido tiempo ni de descansar. Lo único que quería era volver a casa con su esposa, que lo estaba esperando impacientemente. Pero el Emperador confiaba en él, y no podía arriesgarse a dejar de ser su favorito, después de todo, competía con su compañero y amigo Viscen. Entre ellos siempre hubo esa rivalidad, pero confiaban el uno en el otro.

Cuando terminó la reunión, el capitán Aleksandr salió a los jardines del castillo, donde se encontraban sus tropas junto al capitán Viscen. -Atención.- Cuando dijo eso, todos los soldados se colocaron firmes, en fila. -Me han encargado una misión importante, por lo que estaré ausente. Me sustituirá el capitán Viscen aquí presente. Obedeced todas sus órdenes. Y tú.- Señaló al ya conocido soldado, que se puso más recto debido a los nervios. -Tu nombre, dímelo.

-Ph... Philip, señor.- Dijo el esmirriado con voz temblorosa.

-Bien, Philip... A partir de ahora te tendré bien vigilado. Como vuelvas a meter la pata...- Pero su amenaza se vio interrumpida al escucharse una gran explosión que venía de la plaza. ¿Qué estaba pasando?


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