jueves, 13 de noviembre de 2014

Capítulo 11.

"¡Capitán Viscen!" El capitán Aleksandr escuchó el eco de aquel grito en la distancia. Viscen, por alguna razón, no respondía a la llamada de su soldado, por lo que decidió ir él en su lugar. Corrió por los pasillos temiéndose lo peor, hasta que encontró un rastro de sangre y, siguiéndolo, vio el cuerpo desangrándose de Kashim.

-¡¿Adónde ha ido?!- Preguntó furioso a uno de los prisioneros que se encontraban en aquél lugar. -Contesta o me ocuparé personalmente de que no vuelvas a salir de esta asquerosa mazmorra.

-N-o lo sé, señor... Estaba muy oscuro y...- Titubeó aquel prisionero, a lo que Aleksandr respondió agarrándolo de su sucia camisa a través de los barrotes y tirando de ella para golpearlo con éstos. ¡No lo sé!- Repitió. -¡Creo que se fue por ahí!- Terminó por decir, señalándole al capitán el camino que debía tomar. Así que, sin pensárselo dos veces, el capitán Aleksandr comenzó a correr por los oscuros y húmedos pasillos hasta encontrarse con aquella figura femenina que ya conocía. Portaba de nuevo su sable y lo miraba con odio.

-Tú... Te juzgué mal, eres más buena de lo que creía... Burlar a mis guardias y conseguir escapar de tu propia celda...

Pero la joven Ryuka no le dejó terminar de hablar. Se lanzó hacia el capitán con un rápido movimiento, pero Aleksandr pudo detenerlo con su espada a tiempo. Pero ella siguió golpeando con gran velocidad y furia, lo que hizo que el capitán sólo pudiera retroceder y parar los golpes para salvar la vida. Cuando vio que la joven se estaba cansando, aprovechó para contraatacar él con un mandoble, lo que hizo que Ryuka saltara hacia atrás y las piedras del suelo donde golpeó se rompieran en pedazos. Siguió dando mandobles lentos pero potentes y, pronto, la espada del capitán comenzó a llenarse de sangre de la Muerte. La joven estaba herida, pero seguía defendiéndose, hasta que el capitán consiguió quitarle el sable de la manos gracias a un golpe de espada. Ryuka tropezó y cayó hacia atrás, completamente indefensa. El capitán se dio cuenta de ésto, por lo que levantó su espada para dar un golpe final.

-Adelante, acaba conmigo ya. ¿Es que también te tienen que ordenar eso?- Se burló de él la Muerte. Su voz temblaba debido al cansancio y al dolor de las heridas, pero no tenía miedo de lo que le esperaba. Ya no tenía nada que perder. Pero el capitán bajó su espada, a lo que la joven le respondió con una mirada de sorpresa.

-Lárgate.- Dijo Aleksandr. -No quiero volver a verte nunca más. Si en un futuro nos volvemos a cruzar, no dudaré en acabar de una vez contigo, escoria.- Dicho ésto, escupió sobre la chica y comenzó a caminar en dirección contraria. Estaba cansado y pensando en todo lo que le estaba pasando desde que conoció a la Muerte, por lo que cuando se dio cuenta de dónde había llegado caminando, ya había salido de las mazmorras. Se encontraba en un pasillo en el que normalmente había guardias protegiendo la entrada y al que nadie, ni siquiera él, podía entrar. La curiosidad le invadió, así que deicidió continuar su camino por aquel lugar.

Estaba oscuro, no había nadie alrededor. "Los guardias de aquí habrán abandonado sus puestos para capturar a los fugitivos", pensó. Estaba nervioso porque se arriesgaba a perder su puesto de capitán desobedeciendo las normas, pero debía averiguar qué era lo que el Emperador le ocultaba. Cuando llegó al final del pasillo se encontró con una gran puerta de metal. No podía echarse atrás ahora que había llegado tan lejos, así que cogió aire y entró en aquel lugar. Lo que vio entonces lo dejó con la boca abierta. Largos pasillos de color blanco y enormes salas iluminadas con luces fluorescentes desde el techo. El capitán Aleksandr estaba asustado. Nunca había visto tal tecnología. Pensó por un momento que era magia. Pero eso no le impidió seguir avanzando. Al momento escuchó un ruido eléctrico y un gruñido ensordecedor, por lo que rápidamente se escondió como pudo detrás de un archivador y se asomó con disimulo. A través de gran ventanal pudo ver a varias personas vestidas con batas blancas y varas de las que salía electricidad por los extremos. Su respiración se aceleró. Los científicos usaban esas varas para golpear a uno de los gigantes que el propio Aleksandr había capturado.

-¡Obedece, animal!- Decía uno de los científicos. -¡Siéntate y doblégate ante mí!- Dicho ésto, volvió a golpearlo con el instrumento, haciendo que la criatura emitiera otro grito de dolor.

¿Qué estaba pasando en aquel lugar? ¿Quienes eran esas personas? Eran preguntas que se hacía el capitán, pero no podía saber la respuesta. Decidió seguir su camino, ya que podrían encontrarlo si se quedaba ahí mucho tiempo. Se encontró con una puerta de cristal que no tenía pomo, por lo que Aleksandr se quedó mirándola confundido. Lo primero que se le ocurrió fue empujar la puerta, pero en el momento que se acercó, ésta se desplazó automáticamente hacia un lado. El capitán al presenciar aquello no pudo evitar soltar un grito de terror que esperaba que nadie lo hubiera escuchado. No porque podrían descubrirlo, sino porque su hombría le importaba demasiado. Cuando se tranquilizó, entró en la sala. Sólo había jaulas de diferentes tamaños que encerraban gigantes, gárgolas e incluso grifos y unicornios. Todas esas criaturas parecían desnutridas y a punto de morir, pero el capitán no sintió lástima por ellas, ya que las odiaba a todas por igual. Más adelante vio gran cantidad de cápsulas que contenían en su interior huevos. Eran de colores oscuros y algunos reflejaban la luz, lo que les hacía parecer piedras preciosas y, cerca de allí, había una mesa con varias notas que los científicos habían tomado.

Creación de híbridos a partir de ADN de dragón. Prueba Nº 20.
Grandes avances al fuionar a los sujetos de prueba con el ADN de dragón extraído de los huevos. Los sujetos han desarrollado habilidades sobrehumanas como escupir fuego e incluso desarrollar alas que pueden hacer aparecer y desaparecer a su propia voluntad. También se ha detectado algunos cambios físicos, como aparición de escamas en la piel y cambio de color de ésta. No son dóciles, por lo que serán sacrificados para mantener la seguridad del Imperio. Se continuará con las pruebas.

Pero el capitán, por mucho que leyó una y otra vez los apuntes no conseguía entender nada. La cabeza le daba vueltas y sintió la urgencia de salir del lugar cuanto antes. En ese momento, escuchó la puerta abrirse al otro lado de la sala.