viernes, 3 de octubre de 2014

Capítulo 10.

La Muerte la observaba con sus ojos de un extraño castaño rojizo, con una mirada perdida y a la vez, aterradora. Sin embargo, Lyria no bajó la cabeza y la enfrentó con una mirada llena de odio y repulsión.
-¿Te crees que voy a deberte algo por esto? 
La Muerte de un solo corte logró liberarla, sin cambiar su expresión frívola. Le dio la espalda y salió de la celda con total tranquilidad.
-Está bien. Fui estúpida al confiar en el imperio. Están tramando algo. Tu amigo...
-¡Eivor! ¡Tengo que ir a por él!
La muerte asintió.
-Ve. Probablemente tarden un rato en darse cuenta de lo que ha sucedido aquí abajo. Yo los retendré, aunque no prometo darte mucho tiempo - La muerte empezó a desnudar a uno de los soldados a el que había rebanado la cabeza, estando esta no muy lejos de allí. De milagro uno de los uniformes no parecía excesivamente ensangrentado, así que se lo cedió a la joven junto con la espada de dicho soldado y su casco-. Con esto probablemente pases desapercibida un buen tiempo. Sin embargo no te extrañes si en cierto punto te niegan la entrada. Entonces no te quedará otra: O atacas, o huyes. 
Lyria asintió. Por alguna razón La Muerte ahora lucía más amable y mucho más humana que cuando intentó atacarla, o cuando lanzó su canción a Eivor. Se puso los ropajes, y sintiéndose más pesada de lo normal, emprendió la marcha dejando atrás a la asesina sin mirar atrás. Su prioridad era encontrar a su amigo, y si tenía que dar la vida en ello, lo haría sin dudarlo. 

La muerte tocaba el filo de su espada de arriba a abajo mientras agudizaba el oído. Había ocultado los cuerpos y sus cabezas en la celda en la que ella antes se había visto encerrada, y esperaba pacientemente a sus contrincantes. Sabía que sería casi imposible para ella salir victoriosa de un combate contra Aleksandr o contra Viscen, pero al menos intentaría aguantar para redimir su descuido. Ya no era solamente que debía una disculpa al joven dragón, sino que su mismo orgullo se había visto herido. Comprendió entonces por qué Vladek había hecho tanto hincapié en mantener con vida al joven...secretos de guerra. Seguramente estarían torturándolo hasta la muerte, y en caso de que hablase, le matarían sin dudarlo. Se sintió estúpida. De no ser por su cántico probablemente el joven podría haberse transformado en los calabozos y haber destrozado por completo el castillo. 
Sus pensamientos la distrajeron... Nunca antes había utilizado el cántico de los cazadragones, y sinceramente no se le había pasado por la cabeza que funcionaría, pero ahora que había funcionado Eivor probablemente pasase varias semanas despojado de su poder. 
Sintió entonces pasos y se concentró. Voces.
"Aquí es en donde guardamos a los criminales de guerra. O bien los ejecutamos en la plaza central para hacer ver a los demás mágicos que nosotros somos los que mandamos o bien simplemente son utilizados como rehenes..." Otra voz respondió algo que no logró descifrar. "Tenemos muchas esperanzas puestas en ti, Kashim. No me puedo creer que un joven de la tribu desaparecida haya decidido unirse al ejército después de lo ocurrido hace unos siglos." La otra voz rió. "En serio, siempre pensamos que nos guardabais algún tipo de rencor por lo ocurrido."
No hubo respuesta. Finalmente llegaron a los calabozos, y al fondo de ellos les cortaba el paso La Muerte, agitada y perturbada. 
-¡¿Quién anda ah..-El soldado no logró terminar su frase de advertencia cuando en su pecho se había clavado un estoque del ejército -. Maldito...
Cayó al suelo sin hacer ruido, mientras ambos personajes se miraban intensamente.
-¿Qué haces aquí, Ryuka? 
Ah... Alguien la había llamado por su nombre. Hacía tanto tiempo que no lo escuchaba que le sonó extraño, y su pecho se aceleró. 
-Podría preguntar lo mismo, Kashim. 
Él también portaba una katana de un tamaño mayor al de ella, y no pareció entender la pregunta.
-¿No es obvio? Voy a vengarme de esos mágicos hijos de puta.
Ryuka negó con pesadez.
-No seas estúpido, ellos no tuvieron la culpa. ¿Es que no lo ves? 
-¿Qué es lo que debería ver? 
-¡Este maldito imperio envió a todas nuestras familiar a morir en vano! ¡Ellos sabían que no podríamos ganar, pero aún así...!
Kashim rió estrepitosamente. 
-No seas idiota. Nuestras familias murieron luchando como verdaderos guerreros. Es un privilegio digno de pocos. Fueron esos malditos los que nos condenaron y acabaron con todos. 
-Kashim, a los occidentales no les importa el honor... Solamente les importa sobrevivir a costa de los demás. Nunca enviaron ayuda, no les importamos en absoluto... Cuando se vieron al borde del precipicio fue cuando pactaron para dar tregua a la guerra. 
-Nuestro deber, como últimos herederos de la cultura asiática, es proteger el honor de nuestros antepasados y vengarlos. Yo moriré en busca de la venganza, no sé qué planeas hacer tú, pero te recomendaría que no te entrometieses en mi camino. 
Ella levantó su katana y apuntó con ella al joven, dubitativa. Él pareció notarlo y soltó una risa divertida. 
-¡Ryuka, Ryuka, que las armas no son cosa de mujeres! Está bien, está bien. Baja esa arma y cuando vuelva de la guerra prometo casarme contigo y conseguir una casa para ambos. Estarás feliz ¿No? el sueño de toda mujer es casarse con un importante soldado y vivir para honrarlo y adorarlo eternamente. 
-No has cambiado en absoluto, Kashim. 
Hábilmente se abalanzó contra el joven de cabellera negra con su espada en posición horizontal. Lanzó una estocada para atravesarle, pero él repelió el ataque con el filo de su arma, haciendo que ambos retrocedieran con el choque de espadas, que resonó por los calabozos y que hizo asustar a algunos de los prisioneros que perecían allí, a punto de morir de hambre, o de agotamiento.  Ella se volvió a preparar para atacar, pero él se adelantó y lanzó un corte horizontal a la joven con la parte sin filo de su espada, No la estaba tomando en serio. Ella se agachó, posando una mano en el suelo y con la otra sujetando la espada, y cuando hubo pasado la espada del joven, se impulsó con la mano y le hizo un corte en el pecho que resultó no ser tan profundo como ella habría querido. Kashim se había alejado lo suficiente como para que la herida no resultase muy importante, pero aún así no debía ignorar que estaba sangrando demasiado. Vio a Ryuka acercarse mientras se tapaba la herida sangrante y estuvo seguro de que ella le mataría, como acto desesperado lanzó una serie de estocadas torpes que fácilmente fueron esquivadas por ella y entonces logró gritar.
-¡Capitán Viscen! 
Antes de que todo se volviese oscuro. 

La Muerte arrastraba el cuerpo desmayado de su amigo de la infancia por los calabozos en dirección hacia Lyria. Iba lentamente, y dejando un rastro de sangre de su compañero, al que llevaba con el brazo sobre su cuello. ¿Cómo había terminado esto así? De todas las personas del mundo, justamente Kashim había terminado alistándose a una muerte segura. Podía ser todo lo hábil que quisiera en el combate, pero en la guerra todo era diferente. Y más en aquellos tiempos en los que la mayoría de los soldados que se enviaban no eran más que campesinos con armas asustadizos y obligados a luchar contra seres que podían pulverizarlos, literalmente, con la mirada. 
Dejó el cuerpo de su amigo reposado contra la pared. Su rostro estaba pálido, y sumando a su blancura, parecía un ángel. Se había quedado dormido con una expresión tranquila, pese a la herida que tenía en su pecho, y entonces ella pudo contemplar lo mucho que había cambiado en realidad, y se dio cuenta de que era humana, y que los humanos odiaban, y amaban, y temían... 
Colocó su amuleto en el cuello del joven, escondió la piedra fulgurante entre su camisón y se preparó para la batalla. Avanzó entonces en dirección contraria a la de Lyria, en dirección a los calabozos, no sin antes observar el rostro moribundo de su compañero.
Juró vengarle. Si moría, le vengaría, le vengaría de aquellos que le habían lavado el cerebro, de ese maldito emperador y de todo su séquito. Y sí, ella también moriría por ello.